Los juiches son las vasijas de barro donde, antiguamente, los muiscas (indígenas de la región) cocían la sal. Cuando esta estaba en su punto, rompían los juiches y vendían lo que los españoles, a su llegada, conocieron como panes de sal. La elaboración de los juiches corría por cuenta de pueblos asentados alrededor del poblado muisca que vivía en lo que hoy es Zipaquirá. Tanto es así que hay poblaciones cuyos nombres están relacionados con su papel de alfareros, como son los casos de Gachancipá (gachas se llamaron también a los recipientes), o Tocancipá. En el siglo XVIII el Fiscal Moreno y Escandón, encargado por el virrey para hacer un "reordenamiento" del virreinato de la Nueva Granada, quizó reunir en una sola población a todos los indígenas de la zona. La población escogida fue Nemocón y hacia allá trasladó a los habitantes nativos de estas poblaciones de alfareros, pero ellos se devolvieron por una razón elemental: dijeron que la arcilla que había en Nemocón no se parecía para nada a la que había en sus lugares de origen, razón por la cual no podían trabajar. Por supuesto, la razón era válida y la corona nada pudo hacer.
He aquí otra gota de esa historia oculta en los socavones del tiempo que corren bajo la tierra que sostiene la Catedral de sal de Zipaquirá.